Perdóname… perdóname por quererte
así, perdóname por tenerte un cariño inherente, perdón por soñarte, perdón por
pensarte, perdón porque mi felicidad apunte indirectamente a la tuya, perdón
por este escrito, por estas letras que son todas tuyas, perdón por este ser que
hasta hoy vivió por ti… perdón por creer que sería diferente, por las
ilusiones, por los momentos, perdón por todo.
Perdón por pensar que podría pasar
algo, perdón por los sueños, perdón por los recuerdos. Pero por sobre todo,
perdóname por no poder seguir, perdón por no poder apoyarte en estos momentos,
perdóname por no poderte consolar cuando lo necesitas, y perdón de manera
adelantada por no ser feliz cuando tú lo seas junto a otro hombre. Perdón por
malinterpretar momentos, sé que nunca fue tu intención, sé que nunca lo hiciste
adrede, y por eso me disculpo. Porque para un hombre, que por naturaleza es
estúpido, hasta en la más mínima mirada se asoma una ventana de oportunidad, y
eso le es suficiente para comenzar a crear vagas y pretenciosas ilusiones, eso
es suficiente para soñar, para despegar, para retirarse del suelo un instante.
Lo peor de volar es el aterrizaje,
y perdón por eso, perdón por estar triste, perdón porque tú seas el motivo de
mi tristeza, porque sé que eso es lo que te dolerá más, porque sé que me
quieres, sé que te importo, y sé que mi tristeza te hará infeliz, pero
desafortunadamente, no me es suficiente, pero egoístamente pido más, pero
estúpidamente creí llegar a más. Pero no, hoy todo acaba, todo se termina, aquí
el fin, aquí el inicio.
Sé que todo pasará, sé que algún
día pensaré en alguien más, sé que tú continuarás tu camino, sé que te
enamorarás, sé que te casarás, sé que realizarás tu vida junto a alguien, pero
todavía no llega ese día, ese día en el que te podré olvidar, o ser feliz por
tu felicidad de una forma sincera, y eso es lo que me duele, porque sé que no
estaré en ese futuro, porque sé que no estaré ni siquiera en tu presente.
Y desafortunadamente, no hay a
quien reclamarle, no hay culpables… o quizá si los haya, quizá soy yo, soy el
tonto que extraña tu mirada cuando creía que era para él, soy el hombre estúpido
que añora tus brazos, soy el pendejo –si se le puede llamar así– que extraña el
momento en que le dabas tiernamente un beso en la mejilla, imaginando y maquilando
mil y un razones para creer que esos labios buscarían otro objetivo en la misma
persona algún día.
Pero no te preocupes, me pondré
bien, me repondré, me levantaré, porque siempre lo hago, porque no aprendo de
mis errores, porque caigo una y otra vez en el mismo agujero, en el mismo hoyo,
tropiezo siempre con el mismo error. Ese es mi destino y, no sé qué tan triste
sea, pero ya me estoy acostumbrando. Sonríe, porque tu sonrisa vale más que el
más bello de los atardeceres. Dedícale esa mirada a alguien más, porque en mí
sólo produce dolor, dedícale esos brazos a alguien que sea merecedor de ellos,
ya que yo no lo soy. Dedícale tus labios a alguien que haya obtenido los méritos
para ganarlos, regálale tus lágrimas a aquel que sea capaz de conseguirlas.
Regálale tu alegría a otra persona, yo no soy acreedor a esa dicha, yo no soy
una persona que lo merezca, y es obvio que no seré la persona cuya felicidad
sea complementada por ti, día tras día.
Vete, sólo márchate, yo estaré
bien. Continua, sigue caminando, yo me quedaré aquí, en este pequeño rincón; mi
espacio, mi lugar, mi propia guarida, mi refugio. Sólo aléjate; no conviene que
te fijes en mí, porque sé que lo único que podrías tener por mí es lástima, y
yo no quiero eso. Ya en este punto, no sé ni que quiero, así que vete, sin
remordimientos, sin penas, sin cadenas, déjame aquí, que moriré, pero me
levantaré de nuevo, anda y ve, que mis escritos ya no serán para ti.
Por lo pronto, dedicaré mis textos
a aquella Dulcinea inexistente, a aquella mágica princesa que no es para mí por
no estar en este mundo, o que quizá esté pero nunca conoceré. Me conciliaré con
esa idea, y me dejaré abrazar por la dulce esperanza –sin fundamentos– de
conocerla, me regocijaré en la soledad, me dejaré invadir por su abrazador
silencio, y me consumiré por la pena. Todo estará bien, no habrá dolor, no
habrá sufrimiento. Te observaré, y eso será todo. Te veré, y acabará, todo se
esfumará, todo se irá, porque todo es tan efímero como la mera sensación del
calor de la mañana, todo va, todo viene, nada es simplemente constante.
Anda y ve, sé feliz, pero no me
pidas que yo lo sea. Anda y ve, disfruta de la vida, pero no me pidas que lo
haga, porque sin ti me será imposible. Anda y ve, cuídate, y recuérdame, que yo
siempre recordaré tu esencia, tus ideas tan diferentes a las mías, tus gustos
musicales, y tu gusto por molestarme. Siempre recordaré nuestras peleas, tan
divertidas, tus historias, tus gustos, y tu fascinación por el francés, y por
tu queridísimo Cortázar; siempre recordaré tus miedos, tus inquietudes, tus
inseguridades, porque también son mías, o al menos son parecidas. El destino simplemente
no quiso que estuviéramos juntos, quizá te destruiría, o quizá tú a mí, quizá
nuestra historia no debía contarse, ni debía existir. Pero, ahora que lo
pienso, sí teníamos nuestra historia, y esa siempre la tendré presente. Tú eras
diferente para mí, eres diferente a todo lo que había conocido, y serás
diferente a todo lo que me depara el futuro, por eso sólo vete, pero
recuérdame; lárgate, pero no me olvides; aléjate, pero por sobre todo,
perdóname.
Perdona mi llanto, perdona mi
tristeza, perdona mis enojos, y perdona la infelicidad que me puedes causar,
perdona a este tonto que sólo quería tu cariño, perdona a este tonto que se ha
dado cuenta de la realidad, perdona a este tonto que sabe que lo que no fue no
será, perdónalo, eso es lo único que te pido, antes de tu partida.
Cuídate, siempre te querré, y sé
que tú siempre me querrás, aunque no en la forma que me gustaría. Que tu vida
esté llena de éxitos, y de amor, y de cariño, y de sonrisas, y de felicidad,
porque eso es lo que mereces. Cuídate, ve a donde el viento te lleve, explora,
ama, odia, equivócate y levántate; pediré al viento todos los días tu
felicidad, rezaré por ti hasta el final, y oraré porque en tu vida cada día
haya una sonrisa. ¿A quién? No lo sé, ya no entiendo nada, todo es incomprensible
en este momento, es incomprensible que me sienta tan atado a tu belleza, tan
pensante hacia tu hermoso rostro, tan maravillado por tu inteligencia y tus
pensamientos, todo ¡Todo! Es ya incomprensible para mí. Yo, a partir de ahora,
prometo no importunarte más. Perdón por todo, perdón por existir, perdón,
perdón, perdón… simplemente eso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario